Hace pocos días, durante la Feria del libro de Madrid, la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) y la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (ANELE), presentaron un informe sobre el futuro del libro de texto y de los materiales didáccticos distribuidos digitalmente. titulado La situación de los contenidos digitales educativos en los países de la OCDE: perspectiva española. Véase también el informe de 2008 sobre el libro de texto ante las TIC elaborado por el mismo equipo de trabajo y financiado por la ANELE.
En la rueda de prensa se realizaron afirmaciones muy discutibles, (ver la nota de prensa de EUROPA PRESS ) desde un punto de vista educativo, que, en el fondo reflejaban la defensa de intereses comerciales que intereses propiamente pedagógicos. Es lógico. Aunque se decían también algunas cosas que, en el actual estado de la tradición escolar, son difíciles de rebatir y negar: gran parte del profesorado sigue necesitando los textos escolares para ejercer su práctica docente cotidiana.
A raíz de dicha rueda de prensa y de las declaraciones allí efectuadas, J. Adell publicó en su blog, un lúcido comentario titulado Carta a los editores de libros de texto que está teniendo un efecto provocador del debate del futuro del libro de texto y la producción de materiales digitales por el propio profesorado. Está teniendo casi un centenar de respuestas. Entre ellas conviene leer la que ha publicado Iñaki Calvo en su blog IBILBIDEA (una visión de los editores alternativos sobre la futura producción de materiales escolares).
Por otra parte, hace poco la editorial SM publicó un libro no venal es decir, que no se vendía (curioso ¿verdad?), escrito por J. A. Millán titulado Hacia la escuela 2.0. Proyectos con programas gratuitos para formar ciudadanos de la Sociedad del Conocimiento que solo distribuyó en papel y que ahora han distribuido libremente on line. Lo que se afirma es que lo importante no es disponer de futuros materiales digitales cerrados, estructurados, para seguir y aplicar mecánicamente. Esa es la concepción de la escuela del siglo XIX y XX (por ello, fueron necesarios los libros de texto). En la escuela del siglo XXI, el docente tiene que desarrollar proyectos de trabajo para que los estudiantes investiguen y trabajen cooperativamente para construir conocimiento. Y las TIC, mejor dicho la web 2.0, son herramientas que permiten hacerlo realidad en el aula.
El debate es interesante, necesario e imprescindible. Desde hace tiempo, expreso mi opinión al respecto en este blog. Y tengo la sensación de que nadie (ni editores de libros de texto, ni docentes, ni administración, ni expertos) sabemos por dónde dében ir los tiros. Cada uno apoya sus argumentos en cómo nos gustaría que fuera el futuro.
Desde mi punto de vista las TIC son ya omnipresentes en todos los escenarios de nuestra vida, y por ello, intuyo que, a medio plazo, los centros educativos serán uno de los escasos escenarios de supervivencia del material impreso en la sociedad de la cultura digital. Defiendo que la escuela actual y del futuro tiene que ser un espacio social donde convivan y se apoyen mútuamente los libros con las tecnologías digitales, donde se forme (o alfabetice) al alumnado para que sea capaz de emplear indistintamente los recursos y saberes tanto de la cultura impresa como de la digital. En consecuencia, las bibliotecas escolares debieran seguir cumpliendo el papel de garantes y dinamizadoras de la experiencia de la lectura.
Es pernicioso el totalitarismo pedagógico del libro de texto, pero también lo será el uso único de las tecnologías digitales en la aulas. Lo relevante será cultivar la cultura impresa y la digital. Son experiencias distintas y complementarias. Laspantallas ofrecen experiencias rápidas e hipertextuales de acceso a la información, pero son los libros quienes permiten experiencias de lectura larga, pausada y reflexiva. Para los educadores lo relevante debiera ser que los niños y niñas obtengan muchas y variadas experiencias de aprendizaje con todos los medios y tecnologías que dispone nuestra sociedad. Actividades como leer libros, usar enciclopedias y diccionarios, escribir textos, ver videos, buscar en bases de datos digitales, elaborar archivos multimedia, ver y analizar productos televisivos, crear sitiosweb, comunicarse mediante email y/o foros, ... que sean valiosas cognitiva y emocionalmente.
En definitiva lo que está en juego no es solamente cambiar unos materiales educativos del pasado (los libros de texto en papel) por otros sofisticados tecnológicamente, sino formar adecuadamente al alumnado como ciudadanos cultos, críticos y preparados para afrontar las incertidumbres y características multimediáticas del siglo XXI y ello significará cambiar las formas de enseñar, así como replantear y redefinir qué significa educar para una cultura compleja.
La complejidad (es decir, la innovación educativa) pasa, hoy en día, por dejar a un lado una metodología de enseñanza basada en el uso casi exclusivo de libros de texto, y potenciar el aprendizaje de los estudiantes a través de proyectos de trabajo desarrollados tanto con las múltiples herramientas de Internet como con los variados materiales de la biblioteca escolar.
La complejidad (es decir, la innovación educativa) pasa, hoy en día, por dejar a un lado una metodología de enseñanza basada en el uso casi exclusivo de libros de texto, y potenciar el aprendizaje de los estudiantes a través de proyectos de trabajo desarrollados tanto con las múltiples herramientas de Internet como con los variados materiales de la biblioteca escolar.